miércoles, 21 de septiembre de 2016

Reflexión: Lobo negro

Cada día cuando repaso las noticias o simplemente leo los comentarios que inundan las redes sociales, me doy cuenta de que hay un concepto dañino y equivoco que se expande como una plaga, anestesiando los sentidos y haciendo mella entre la humanidad como una toxina, contaminando lo poco que nos queda de pureza; observo detenidamente los rostros de las personas cuando me saludan por la calle, al cruzar un par de palabras notas un ánimo silencioso, de ese que pasa desapercibido y nos convierte en simple autómatas, creaciones perfectas que sin embargo fueron dejando atrás sus sueños para ponerse a la cola de una sociedad abrupta, sin rigor alguno, aleccionados para seguir un guión marcado del que no puedes salir sin ser juzgado; lo que leo, aquello que observo en definitiva es la autocompasión, un peligroso enemigo que se forma como un ejército de chacales en las lomas del desasosiego humano, esperando pacientemente a que tengas un día malo para convertirlo en la peor de tus pesadillas. El bien más preciado que posee una persona cuando nace es el del tiempo, tener toda una vida por delante, un lienzo en blanco, un cuaderno en el que puedes escribir, dibujar o destrozar las hojas, tus decisiones marcarán cada capítulo como si de lacre se tratase; qué extraña conjura formarán la desidia junto a la autocompasión para que el hombre termine queriendo que pase el tiempo sin hacer más que abstraerse en sus pensamientos, nos fijamos en lo que podemos comprar, en lo que nos hace perecer ante un consumismo desmesurado, pero no nos deleitamos con aquello que supera el valor de los mismísimos diamantes, el tiempo. Hoy estas aquí, leyendo las palabras que escribo, sentado con un café en la mano, o tal vez de pie mientras esperas el bus, pero ¿y si no existe un mañana? nadie sabe lo que nos depara el destino desde su privilegiada posición que le permite medir y otear el futuro un paso o dos por delante de nosotros, quizás hoy puedas levantarte, pero cabe la posibilidad que mañana ya no haya oportunidad de avanzar, por que jamás sabemos dónde acaba nuestro tablero.

Hace unos días estaba paseando por mi barrio, nací y crecí aquí, y al final sin darme cuenta mis pasos me llevaron hasta unas galerías de alimentación donde de pequeña iba con mi madre a comprar; recuerdo como si fuera hoy subir los escalones y correr hasta la juguetería mientras escuchaba a mi madre decirme que no corriera, que podía caerme, ese era todo el peligro o la preocupación que tenía por aquel entonces, no correr de camino a la juguetería para no hacerme daño; al llegar ponía mis manos sobre el cristal y sentía la intensa emoción que solo me producían los muñecos de "mi pequeño pony" era tan feliz cuando los veía, entonces mamá conversaba con el tendero y me daba a elegir uno de aquellos caballitos, con aquel gesto tan cariñoso yo ya era completa y absolutamente feliz.
En mi visita al mercado 25 años después de aquel momento, me he visto con las manos metidas en los bolsillos, frente a la persiana bajada de la juguetería en la que figura un cartel de "se vende", al acercarme he podido ver a través del polvo persistente y opaco de sus cristales algunos juguetes dentro, no sé desde cuando lleva cerrada, pero lo cierto es que me arrepiento de las horas que he perdido en lamentarme de errores o heridas sin haberlas aprovechado en ir hasta allí a comprar cualquier detalle, la pena que sentía al ver mi infancia dormida tras un puesto cerrado se acentuó más si cabe cuando al quitar con la mano el velo empolvado de uno de los ventanales mi reflejo apareció como si fuese el fantasma de las navidades futuras. No había ninguna niña en aquella imagen, tampoco rastro de mi infancia, ya no llevaba mi pony en la mano, entonces me di cuenta de que yo también tenía esa expresión que tantas veces había observado en las personas cuando me saludaban, la mirada sin brillo, opaca, sosegada, benévola pero herida. Dicen que solo hay que mirarse al espejo para saber qué ves y qué es lo que quieres ver, y cómo vas a lograrlo, pero honestamente pienso que la mejor síntesis que se puede sacar al mirarse al espejo es saber lo que ya no ves.
Estuve caminando por aquellos estrechos pasillos casi una hora, mi mirada se detenía en los lugares que mi mente recorría sedienta de recuerdos, era por la tarde y muchos puestos estaban cerrados pero otros yacían tras aquellos aterradores carteles de se vende o se alquila, todas las alma de los comercios en los que un día jugamos otros niños del barrio y yo ahora se veían reducidas a un cartel de color fluorescente con unas tétricas y lapidarias letras negras, el precio de la evolución. No había constancia de hechos luctuosos en aquel lugar, pero sin embargo a mi me parecía el escenario de un tiempo pretérito con una pátina de misterio muy deteriorada; cuando las personas permiten que algunos enclaves formen parte de una manera constante de sus vidas les acaban otorgando algo muy valioso, el alma, y creo que este es un claro ejemplo de ello, parecía que pudiese ver a los niños con ropas que no son de estos años corriendo por los pasillos, riendo, jugando, ausentes del ayer, libres del mañana, con un espíritu radiante, sin más horizonte que el de darle la mano a su madre y volver a casa.

A veces buscamos cómo avanzar por que sentimos la necesidad que nos impone esta era, pensamos que los tiempos inquisitivos cesaron en su empeño de doblegar al mundo hace siglos, pero si analizamos desde el lugar del narrador nuestra verdadera trama, nos encontramos con unas pautas marcadas y activas que todos sin excepción acatamos. No nos preguntamos cuándo dejamos de ser niños para pasar a ser personas robotizadas, como una recua adoctrinada, pienso que nos han vendido un falso cuento del que ahora es imposible escapar; los argumentos de la madurez no son validos, se han empeñado en hacernos creer que lo inmaduro es sentarse a ver una película de Walt Disney sin más preocupaciones, creer en el romanticismo, analizar las situaciones, tener fe en la bondad, poseer principios, pero lo que sí es maduro para la lacra social es salir los fines de semana hasta que el sol saluda a un nuevo día, beber sin mesura alguna, mentir, desengranar al ser humano de relaciones personales, y así una larga lista de acciones impropias de todo mortal. No me considero una persona con patrones dictaminados por ningún escalón de este endeble castillo de naipes apocalíptico en el que vivimos, pero por ello soporto comentarios de aquellos que me someten a la hoguera inquisitiva como si fuese un hereje acusado sin opción a rasgar su propio sambenito. Da igual que una turba impersonal te diga que estás majareta, como dicen en Alicia en el país de las maravillas "te contaré un secreto, las mejores personas, lo están". 


Hace unos días escribí en mi cuenta de Instagram una historia de las que los indios Cherokee contaban alrededor del fuego, me voy a permitir volver a citarla en este texto para hacer un breve apunte respecto a la luz que hemos perdido.
<< Un joven Cherokee acude a su abuelo lleno de ira y enfado por que habían sido injustos con él, el anciano sentado a la orilla del arroyo, lo observa, respira hondo y le dice "Deja que te cuente una historia. A veces yo también he sentido un gran odio por los que obran hiriendo sin ningún pesar por lo que hacen, pero has de saber que el odio te desgasta, y no le hace daño a tu enemigo; es como si tomaras tú el veneno deseando que tu enemigo muera. He luchado contra estos sentimientos muchas veces, es como si tuviera dos lobos dentro de mi. Dentro de cada uno de nosotros hay una pelea, muda pero latente entre esos dos lobos y es la misma que estás sintiendo dentro de ti ahora. Uno es blanco y el otro es negro. Uno está lleno de rabia y lucha contra todos incesantemente, es la ira, la envidia, la tristeza, la avaricia, la arrogancia, la autocompasión, el resentimiento, el sentimiento de inferioridad, la mentira, el falso orgullo, la superioridad y el ego. Por el contrario el otro lobo es bueno y no hace ningún daño a nadie, vive en armonía con todo lo que le rodea y no se ofende cuando no hubo intención de ofensa, es la alegría, la paz, el amor, la esperanza, la serenidad, la humildad, la bondad, la benevolencia, la empatía, la generosidad, la verdad, la compasión, es difícil vivir con estos dos lobos dentro de mí, pues los dos tratan de dominar mi espíritu". Tras escucharlo en silencio, el joven observa intensamente la mirada del sabio guerrero y le pregunta: "¿Qué lobo ganará?", a lo que el anciano con una paz encomiable, esboza una sonrisa y responde "Aquel al que alimentes, si escoges alimentar únicamente al lobo blanco, el negro se esconderá detrás de cada rincón esperando a que te distraigas o estés débil y saltará para conseguir la atención que ansía, permanecerá siempre enfadado y en una eterna lucha contra el lobo blanco. El lobo negro también tiene cualidades, la tenacidad, el coraje, la valentía, el pensamiento estratégico, hay que encontrar el equilibrio del alma y saber escoger en cada momento para que ambos lobos convivan en paz, todo depende de las decisiones de cada instante." >>.

¿Cuántas veces has sentido a los dos lobos? ¿Desde cuando están ahí? posiblemente no tengamos ni la certeza de su origen, no sabemos cómo han llegado hasta nuestro pecho pero lo cierto es que tanto tú, querido lector, como yo, sabemos que los has sentido; la lucha incansable entre el bien y el mal, el doliente pasado del lobo negro sediento de venganza, dolorido, recelado, autocompasivo, frente al honor, la honradez junto a la increíble y laboriosa valentía del ejemplar hijo del hielo, blanco, puro, intacto, si piensas en él casi puedes verlo en lo alto de una roca, observándote con benevolencia pero firme, envuelto en un manto silencioso de nieve impoluta que se posa delicadamente sobre su bello pelaje, ¿a cuál de los dos te habrías acercado de niño?. A veces solo necesitamos esgrimir las constantes vitales de nuestra existencia, empuñar la vida no es fácil (nadie dijo que lo fuera) pero tampoco es difícil, nosotros nos dejamos llevar hasta hacerlo todo un cordón lleno de nudos imposibles de quitar; me incluyo en todo lo que acabo de decir, desde el momento en el que vi mi reflejo en ese cristal supe que yo también me había convertido en marioneta bajo una carpa que aplaude cuando bailas a su son y te fustiga cuando crees caer, en el fondo nadie cae, solo tropezamos pero tenemos el coraje y el arrojo que aun conservamos en herencia de nuestros antepasados para levantarnos una y mil veces, la pregunta es ¿hasta cuando? debemos despertar para poder seguir dejando en herencia las grandes posesiones de la especie humana, y no son el coche o el piso, ¿dónde hemos llegado para pensar que lo material es algo valioso?. Somos lo que seremos, pero descendemos de un largo "fuimos", nos encontramos en una encrucijada moral de estaciones desangeladas, obsoletas, y erigidas por la codicia de algún mortal que se cree rey, aquellos que piensan que pueden ajusticiar, juzgar, imperar y dinamitar; dónde acaba la infancia y empieza la etapa adolescente, dónde acaba ésta y empieza la adulta, esas pautas son simplemente una basura. Cuándo vamos a entender que las responsabilidades no tienen por qué borrarnos sueños, ni hacernos "crecer" como si hasta ese momento no hubiésemos sido personas, lo éramos, solo que felices. Creo honestamente que lo único que debería contar en la vida es la lucha de ambos lobos, ser personas buenas, bondadosas, honorables, dejarnos acompañar por aquellos seres que nos proporcionen luz sin tener que pensar más allá y sin complicarlo todo de manera abismal, cuántas veces no existe un problema y lo creamos nosotros con miedos, inseguridades y cuando llegamos a ese mismo puente nos damos cuenta que no deberíamos haber tenido miedo puesto que se cruza sin dificultad alguna, el tiempo que perdemos en lamentarnos, en compadecernos de nosotros mismos, en discutir, en juzgar, en criticar, en pensar mentiras que nos desvinculen de las verdaderas responsabilidades del ser humano, ser buenas personas sin más, amar nuestro planeta, proteger la tierra que pisamos, respetar a nuestra familiar, no hacer daño y sobre todo tener por nosotros mismos un gran respeto ¿cuántos de nosotros nos respetamos? diría que nadie, todos somos crueles con nuestros fallos, no nos queremos tal y como somos, siempre buscando más, queriendo la aprobación de una sociedad a la que en el fondo, les damos igual. Forja un concepto distinto de ti cada vez que pinte de nuevo el día, ser diferente no es ser raro, es ser especial, y a su vez ser especial te hace simplemente único.


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